viernes, 1 de febrero de 2013

Los chistes malos



Los chistes malos son, aunque su nombre no lo refleje, el alma de los chistes. La gente, cuando más se ríe, es cuando oye un chiste malo, ya que de lo que más nos reímos es de lo absurdo. Esta es su cualidad más importante.

Chistes malos hay de muchos tipos, para todas las edades:

Está el chiste de que van dos en una moto y se cae el de en medio por la ventanilla de atrás, mítico que se ha contado toda la vida y que todas las generaciones cuentan en su infancia, creyéndose los descubridores. Otro es el de "va un caracol y derrapa", igual de deprimente.

Luego pasamos a chistes más absurdos, pero donde el nivel de edad de las personas que los cuentan es más elevado que el de los anteriormente citados. Éste es el ejemplo de "¿Qué es verde y no se ve? Una lechuga fantasma" y de "Un animal de dos patas que sangra mucho...     Medio perro".


En siguiente lugar van los de Chuck Norris, que son un bloque a parte, al haber muchos y ser todos demasiado malos:
"Chuck Norris es el único capaz de dar un portazo con una puerta giratoria"
"Chuck Norris tiene el corazón de un niño...     En un bote de cristal en la mesita de noche"
"Chuck Norris ha contado hasta infinito...   Dos veces".

Y así una lista interminable de chistes que rozan el límite de lo absurdo con lo mediocre. Me gustaría subrayar que lo que más gracia hace a la gente son los llamados chistes malos, como los de un compañero de clase, que nos pidió que buscáramos el hilo que había perdido el profesor. Sin embargo, esta gracia absurda sirvió para romper la tensión de la clase durante unos instantes en los que el profesor se tapó la cara para que no le viéramos reír.

Javier P.

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