Tres Entierros:
Este invierno he ido a tres entierros.
Mis padres no me llevaban antes pero ahora dicen que ya tengo edad para asistir.
Es raro.
El tanatorio parece una máquina perfeca de procesar dramas.
Se nota que el sacerdote está muy acostumbrado a estos casos.
Es difícil captar el dolor en algo que tiene mucho de ceremonia social.
La tristeza y el frio se combinan con el silencio de los que allí estamos. Todos quieren encontrar la palabra de ánimo pero nadie la pronuncia.
Abrazos fuertes. Abrigos enormes. Pastas en una mesa de la sala.
Las tumbas están sucias aunque en casi todas ellas hay promesas de no olvidarse nunca.
La gente está elegante y seria. A los diez minutos, parece que no ha pasado nada.
Y con dieciseís años, miras esas lápidas y parece increíble que un día también me vaya a tocar a mi.
Cuesta entender que esto es parte de la vida.
Rodrigo G.
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